Wednesday, October 18, 2006


POQUITA FE 2006
II ENCUENTRO DE POESÍA ACTUAL LATINOAMERICANA
CRÓNICA DE UN DÍA
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Harold Alva, Víctor Hugo Díaz y Héctor Hernández Montecinos
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La noche de la presentación llovía terriblemente, casi como en el campo, como esas lluvias que me hicieron caminar horas el año 93 en Tumbes. Pero no era Tumbes, no era Perú, estaba en la taberna Espantagruelico, diez de la noche, Santiago de Chile, al pie de la cordillera. Llovía, el frío era una mierda, el viento había apagado las luces, menos mal funcionaba el micrófono, la presentación fue iluminada por velas. Rodrigo Olavarria (Chile) me anuncia. Era viernes, el lanzamiento debió ser el lunes, Héctor Hernández Montecinos (Chile) contemplaba atrás de la barra. Hace unas horas me dijo que sintió que me entregaban al circo romano. En la tarde había leído en la universidad de los jesuitas, antes hubo una conferencia sobre el ayahuasca. Sólo conocía a Héctor Hernández, sin embargo desde mi llegada todos fueron muy amables. Había terminado la conferencia, estaban leyendo los poetas de la primera ronda (Javier Norambuena, Rodrigo Gómez y Antonio Silva, los tres chilenos) cuando la puerta del auditorio se abre e ingresan dos caras que reconozco inmediatamente: Ernesto Carrión y Luis Carlos Mussó (ecuatorianos) poetas a quien sólo conocía vía msn y por algunas fotos en la red. De pronto anuncian a los poetas de la segunda mesa: Roberto Echavarren (Uruguay), Diego Ramírez (Chile) y Giancarlo Huapaya y Harold Alva de Perú. Antes Javier Norambuena había leído unos textos un tanto romanticones, Rodrigo Gómez un poema social, violento, y Antonio Silva unos poemas de género, recontra maricas. Empieza entonces Diego Ramírez y se lanza otro texto de género, crudo, con tinte de queja, político; cuando me pasa el micrófono yo sólo pensaba en todos esos poetas que estaban al frente, a quienes nunca había visto y que estaban atentos. Pese a los quince años que llevo leyendo, esa tarde no sabía con qué texto iniciar mi lectura. Era otro auditorio, otra tribuna, como que estaba frente a un público que no dudaría en reclamar por culpa de un mal texto. A la izquierda Diego con su loock de anime japonés, bien a los Caballeros del Zodíaco, andrógino. A la derecha Giancarlo Huapaya, ronco por las borracheras (según él por el clima). Empiezo la lectura con un poema a Lima. Todos atentos, ninguna pifia. Nada. Había pasado la primera prueba. Yo recontra barroco comparado con el poema polisexual de Huapaya. Salimos de la Universidad Alberto Hurtado. Llovía. Otra vez el metro. Ese jueves fue la primera vez que subí a un metro. Los chilenos mantienen impecable a su metro. Hasta en eso sus políticos fueron más inteligentes que los nuestros. Antes de que la compañía francesa ponga el metro en Santiago se lo ofrecieron a Lima. Era la gestión de Bedoya. Los franceses pondrían el metro si es que ellos tenían la concesión durante veinte años, después el metro sería de todos los limeños, al principio aceptaron y se pusieron a cavar sobre lo que sería la ruta, sin embargo la oposición bloqueó todo eso (¿alguien dijo apristas?) y se paralizaron las obras. Los franceses le ofrecieron el metro entonces a Santiago, los chilenos aceptaron y ahora gozan del mejor transporte de Latinoamérica. Por donde habría pasado nuestro metro, resignados hoy tenemos la vía expresa. Y ese jueves, a los 28 años, me trasladé por primera vez en un metro. Ya conocía algunos poetas. La segunda lectura sería en la Sociedad de Escritores de Chile. Hacia allá caminamos Luis Carlos Mussó, Ernesto Carrión y Juan Carlos Vidal (Chile). Hace años que no disfrutaba tanto de la lluvia. Ya era el momento de la primera copa y Ernesto Carrión ya se había consolidado como el poeta botella. Había llevado algunos libros de Zignos, quería que en Chile leyeran algo de lo nuestro. Después de la lectura en la Sociedad de Escritores presentaría en el Espantagruelico mi último libro: 18 Poetas Latinoamericanos.
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De repente reconozco otro rostro conocido también gracias a la red: María Eugenia López (Argentina), me la presenta Juan Carlos Vidal, magnífico anfitrión, le cuento de la antología, se emociona cuando se entera que está incluida, me agradece, le digo que me gusta como escribe, que no me lo agradezca. María Eugenia es una buenísima poeta, los que la escuchamos en el Poquita Fe lo confirmamos. Estábamos bebiendo con Ernesto y Mussó y ubico otro rostro: Jorge Solís Arenazas (México), también uno de los 18. Jorge me saluda como todo mexicano, afectuoso, me presenta a Dora Moro (México) a quien no tuve la suerte de escuchar pero que ahora he tenido el placer de leer los poemas que me obsequió en formato de plaqueta. (Buenos poemas Dora) Le entregué un ejemplar de los 18 a Jorge Solís y le pedí a Dora que le lleve uno a quien según todos los mexicanos es su mejor amiga: Abril Medina, que no estuvo en el Poquita, pero que también es una de los 18. Me presentaron a Víctor Hugo Díaz (el último Premio Neruda) quien me contó que hace algunos meses estuvo bebiendo hasta el cansancio con Róger Santiváñez (¿todavía bebes, Róger?) y volví a los salud con Ernesto y Luis Carlos Mussó. Hace tanto tiempo no me sentía tan bien rodeado de tantos poetas. El conductor del programa era Pablo Paredes (Chile), súper dinámico, buenísima onda, Héctor Hernández me había hablado mucho de Pablo Paredes, lo mismo Ericka Ghersi cuando hicieron el De sur a sur, recontra pilas Pablo. Era mi primer día en Santiago. Casi no iba al Poquita Fe, antes del nueve de octubre había llamado a varios peruanos que estaban anunciados en el afiche y todos me dijeron que no irían, sin embargo yo había prometido que iría. En casa mi huesito estaba preocupada, ella sabía que quería ir, pero con tantos pendientes en la editorial, tantas cosas que faltan, mi compromiso con esta campaña municipal, el bloque dominical en la radio. El próximo Poquita Fe si se hace será el 2008, yo ya no seré tan joven, y este es un encuentro de jóvenes; aquí estaban los compromisos, en Santiago la reafirmación concreta de mi militancia integracionista, la proyección de lo que con los jóvenes poetas de Latinoamérica puede hacerse desde lo literario. Con toda la frialdad con que un poeta puede tratar sus compromisos, tomé el boleto de avión que como un mago me facilitó Marco Carrascal, me despedí del departamento y sus fantasmas, ingresé al aeropuerto sin despedirme bien de mi huesito y partí a Chile con la certeza de que Héctor Hernández Montecinos enviaría a alguien al aeropuerto a recogerme. Yo viajaba a ciegas. (Antes de abordar un avión cambien a dólares su plata, en Santiago mis soles valen nada). A la una y treinta de la madrugada, saliendo del control de migraciones, Héctor Hernández Montecinos, personalmente, me esperaba.
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Después de la lectura de Virna Texeira (Brasil), Javier Díaz Gil (España) y Alexander Ríos, alías “el tiempo vale oro” (Colombia) seguía la presentación de La Ciudad Lucía de Paula Ilabaca y de los 18 Poetas Latinoamericanos. Así que teníamos que reencontrarnos con la lluvia y caminar al bohemio barrio Bellavista. La próxima parada era el Espantagruelico. Para entonces Juan Carlos Vidal, repito, magnífico anfitrión, me presentó a Gladys Mendía (Venezuela), directora de la revista Los poetas del 5, antichavista, inteligente, puedo afirmar que con María Eugenia López, fueron las chicas más carismáticas del encuentro. Rodrigo Gómez me invita una copa de otro vino, Ernesto Carrión seguía bebiendo, esa fue una constante muy suya. Le entrego una antología a Laura Lobov (Argentina), también una de los 18 y salimos con Javier Norambuena y Rodrigo Marin rumbo al Espantagruelico. (La teoría de Rodrigo Flores (México) es muy acertada: creo que las mamás de esa época veían la misma telenovela, caso contrario no me explico la cantidad de Rodrigos en un encuentro de poetas: Rodrigo Gómez, Rodrigo Flores, Rodrigo Olavarria, Rodrigo Marin, Rodrigo Morales). Nuevamente empapados por la lluvia, ingresamos al bar a seguir con el programa. Primero la presentación de Paula Ilabaca, después un break, luego los 18 y después más poesía. Ernesto seguía bebiendo. El grupo era recontra latinoamericano: Carrión y Mussó (Ecuador), Gladys Mendía (Venezuela), Juan Carlos Vidal (Chile), María Eugenia López (Argentina), abstemia y argentina, y yo, con frío, con el viento soplando como bestia, esperando la lectura de “la Paula”, cuando de pronto aparece con su gabardina oscura, calvo, barba blanca, el poeta más vital de Chile, la leyenda, el de las declaraciones polémicas: Zurita. Raúl Zurita. Lo miro con cautela, dejo que avance, que se ponga cómodo, que se siente. Después de todo aquello, me acerco, me presento, le doy los saludos de Willy Gómez, me agradece afectuoso, le enseño la antología, se emociona (él publicó una antología de poetas jóvenes chilenos), me felicita, quedamos en reunirnos para platicar más tiempo, le digo que es importante que nos de ánimos con su presencia en eventos como este, le doy otra vez la mano y me despido. Grande Zurita. Héctor anuncia a Paula Ilabaca, a lo Neón, Paula daría un espectáculo de poesía tipo concierto. Eran las diez de la noche. Los poetas bebían esperando yo diría mas bien la fiesta que las lecturas anunciadas. Rodrigo Olavarria toma el micrófono, pide silencio, a Jorge Solís le tocaba presentar el libro de Ramón Peralta (México), de nuevo el silencio. Jorge Solís al frente, los poetas lo escuchaban. Después de los aplausos de nuevo el bullicio y ahora Harold Alva frente a ellos, nervioso, micrófono en mano para presentar su libro. Por un momento sentí que todos se pondrían de pie para seguir platicando, bebiendo, cuando una voz ronca pronuncia: “con fuerza Harold, dale con fuerza”, era Giancarlo Huapaya quien sumo al resto con su grito, a lo que les contesté menos nervioso: “gracias por su atención, llegué tarde al Poquita, me estoy muriendo de frío, pero aquí estoy, con todas las ganas de presentar este libro” y de nuevo el aplauso, y de nuevo el silencio. El lanzamiento duró veinte minutos, Olavarria estaba sorprendido, no imaginó que escucharían atentos. Pasé la segunda prueba. Luego era el turno de las lecturas. Esa noche Huapaya asumió el mote de “polisexual”, Huapaya leía y los poetas le gritaban: ¡Polisexual! ¡Polisexual!. Leyó Nicolás Alberte (Uruguay), Carlos Araos de Iquique y María Eugenia López, alías “Jessica Rabbit”. Después empezó la fiesta. Eran las once y treinta de la noche. Mi primer día en Santiago. Mi primer buen día en Santiago.
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Rodrigo Gómez, Carolina Gallo y Harold Alva
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Santiago de Chile, viernes 13 de octubre (casi sábado)

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